miércoles, 30 de noviembre de 2011

El profeta Oseas y el conocimiento de Dios

«Quiero amor, no sacrificios; 
conocimiento de Dios, no holocaustos»
Oseas 6,6

El profeta Oseas

Es uno de los profetas que ofrece más datos para situarlo tanto cronológica como geográficamente. Tan solo en el primer versículo se ofrecen los nombres de los reyes bajo los cuales desarrolló su ministerio, cuatro de Judá: Ozías, Yotán, Acaz y Ezequías, y uno del Norte: Jeroboán II. Estos datos ubican su acción profética entre 750 (hacia el final del reinado de Jeroboán, época de esplendor en el reino de Israel) hasta alrededor del 722, año en que fue destruido el reino de Israel, aunque esto no se puede asegurar con precisión. Lo que sí sabemos es que vivió los cambios vertiginosos tras la muerte de Jeroboán. En medio de esta crisis política e internacional, Oseas aparece como el profeta de Dios (9,9).
Sus oráculos aportan gran cantidad de datos acerca de la actualidad de su pueblo en esa época de decadencia, previa a la destrucción. Hay una verdadera crisis del culto, de las costumbres y de justicia, así como en la política interna y exterior. En medio de esa crisis se alza la voz del profeta invitando a «volverse» a Dios, proponiendo como analogía del amor de Dios por su pueblo, el amor del profeta por su esposa infiel.
De su persona sabemos que es hijo de Beerí, sabemos el nombre de su esposa: Gomer, y de sus hijos: Yezrael, No-compadecida y No-mi-pueblo.
La vida del profeta se convierte en su mensaje y se identifica con él. Asume así no solo la palabra sino la acción simbólica del anuncio que Dios hace a su pueblo en tiempo de crisis.
El mensaje de Oseas es complementario al de Amós (contemporáneos). Si éste fue el profeta de la justicia, nuestro profeta lo fue del amor y la fidelidad de Dios. A pesar de las fuertes denuncias y críticas en sus oráculos, permanece de fondo un reclamo de amor, del esposo celoso que reclama el amor exclusivo de su esposa. Reprochando sus infidelidades pero dispuesto a perdonar.
Dentro del libro del profeta Oseas se desarrollan varios temas, teniendo gran importancia la relación esponsal entre Dios e Israel, desarrollado en la propia experiencia del profeta con su esposa Gomer. Otro tema de importancia es la denuncia de la idolatría –infidelidad del pueblo– manifestada en la confianza en los ídolos y en otros santuarios, así como en las alianzas políticas. Un tema original de Oseas es el de la paternidad-maternidad de Dios (11), que con ternura, quiere cuidar a su hijo. Otro de los conceptos claves del libro es la conversión: «volver al Señor», que es a la vez exigencia e invitación. Finalmente, el tema que se intentará desarrollar de manera más o menos amplia en este trabajo es el del «conocimiento de Dios». Me parece que es una categoría fundamental del libro de Oseas, por ser uno de los rasgos originales de este profeta y que además se desarrolla a lo largo del libro.

Estructura del libro

Es una estructura relativamente sencilla, con oráculos más o menos bien definidos que giran en torno a grandes temas. Sin embargo, muestra cierta complejidad a la hora de tratar de encontrar unidad en el texto. Parece que más bien son recopilaciones más o menos estructuradas y que sin embargo, tienen temas que de fondo conducen todo el texto.
1,1. Introducción que, como ya hemos dicho, nos sitúa en la época del ministerio del profeta, así como del momento sociopolítico. De manera muy condensada, pero explícita.
1,2 - 3,5. La gran analogía nupcial. Está compuesta de relatos autobiográficos y oráculos de salvación, con una estructura no homogénea aunque se puede distinguir una subestructura:

1,2-9 matrimonio de Oseas 3,1-5
2,1-3 los hijos y sus nombres 2,18-25
la mujer y el pueblo
2,4-17

4-11. Parece un conglomerado de oráculos sin ninguna relación aparente, en la que surgen diversos temas, sobre todo de denuncia política. Inicia con un llamado y termina con un oráculo de salvación (11), de alguna manera relacionado con la primera parte.
12-14. En esta sección aparecen referencias al culto y a la Alianza y finalizan con un oráculo de salvación.
Es importante decir que en las tres grandes secciones aparece el «conocimiento de Dios» como un elemento importante, sobre todo en la segunda parte.


El conocimiento de Dios

Uno de los conceptos más importantes del libro del profeta Oseas es el de «conocimiento de Dios». Este es una categoría nueva «propia de Oseas»[1] , tanto en su significado objetivo como en el subjetivo. Para entender lo que significa «conocer a Dios» es necesario ver esta categoría a lo largo del libro.
En primer lugar hay que decir que en la Biblia, el concepto «conocer» (yd’) tiene un significado bien distinto al que tenemos nosotros. No se limita al conocimiento meramente intelectivo, de aprehensión. No es una realidad que afecte solamente al intelecto en cuanto a relación con la verdad. Es más bien un «llamamiento (sic.) al corazón del hombre»[2] , entendiendo el corazón del hombre como el lugar más íntimo, de la conciencia, de la totalidad. El conocimiento es un «contexto de vida… un saber que desborda el saber humano»[3] . El conocimiento no puede separarse de todo el contexto vital del hombre, y por extensión, del pueblo.
El que conoce, queda marcado no sólo en su intelecto sino en su vida. Por eso para el profeta Oseas resulta importante llamar al conocimiento de Dios. No es una invitación a elaborar una teología, ni siquiera un culto, sino una relación vital, existencial con Dios. Conocer es tener una «relación existencial» y tener «una experiencia concreta de ella»[4] . En este sentido «conocer» no es un concepto gnoseológico sino existencial, más aún, relacional. La invitación a «conocer a Dios» es, pues, invitar a la persona y al pueblo a una relación vital, existencial, de relación íntima (podemos decir, siguiendo la gran intuición de Oseas, esponsal) con Dios.
De esta relación surge algo más en el concepto: la relación vital, debe manifestarse en la existencia concreta. De esto se obtiene que «conocer» implica un compromiso[5] . «Conocer» es el «reconocimiento práctico y activo de Dios»[6] . Es decir, conocer a Dios no se limita a servirle en el culto del templo, en los sacrificios, ni en la ley solamente. Sino que es un conocimiento activo, es conocer a los que Dios conoce; conocer a Dios es actuar como Dios, de ahí el grito de Oseas: «porque quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos» (Os 6,6). Los mandamientos de Dios surgen de la relación afectiva que existe entre él y su pueblo[7]
Este grito, esta exigencia del profeta, es como el centro de su mensaje: llamar al pueblo a conocer a Dios, es decir, a tener una relación vital con él, demostrándola en las obras concretas de misericordia, en la confianza ante los movimientos políticos, el amor al único Dios. La verdadera religiosidad es conocer a Dios[8] . Pero este Dios es el primero que conoce[9] : «Yo conozco a Efraín, Israel no me es desconocido…» (5,3), «Yo te conocí en el desierto» (13,5). El conocimiento que Dios tiene de su pueblo «designa una verdad universal sobre Dios que garantiza la paz y la convivencia»[10] .
Cuando el pueblo se aleja de esta relación vital y afectiva que Dios le ofrece, surge la idolatría. La falta de conocimiento es lo que lleva al pueblo a la ruina[11] , tanto religiosa como política. El pueblo cree conocer a Dios, sin embargo con sus acciones se contradice: «Perecerá mi pueblo por falta de conocimiento. Porque tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; te olvidaste de la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos» (4, 6); «Me gritan: Te conocemos, Dios de Israel. Pero Israel rechazó el bien; que el enemigo lo persiga» (8, 2-3). En estos textos encontramos, no el rechazo de Dios, sino la falta de conocimiento, de esa relación vital-afectiva del pueblo para con Dios. Si como dijimos arriba, el conocimiento es activo y se hace concreto, al pueblo, la falta de conocimiento lo lleva irremediablemente hacia la idolatría y a las consecuencias del desconocimiento de Dios. No es Dios quien rechaza a su pueblo, sino el pueblo que desconoce a Dios, por tanto desobedece sus mandatos.
En el libro de Oseas, el anuncio profético se manifiesta en la relación conocimiento-fidelidad-misericordia de Dios hacia el pueblo, del mismo modo que la denuncia se refiere al desconocimiento-infidelidad-injusticia del pueblo hacia Dios, manifestada en las diferentes caracterizaciones de la idolatría[12] . El mensaje profético de Oseas, pues, está íntimamente vinculado al concepto de «conocimiento de Dios».



Análisis de los textos

Analizaremos los textos en los que parece el concepto «conocer» y sus implicaciones dentro del mensaje de nuestro profeta[13] .
2,22: «Me casaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor». La primera vez que aparece en el libro es en el poema de amor y reconciliación con la esposa infiel (2,4-25). Hay una triple promesa de desposorio: «para siempre», «en justicia y en derecho» y el «conocimiento del Señor» (2, 21-22). Este verbo significa re-conocer, pero en el contexto de la imagen poética significa claramente establecer una relación de amor, es el conocimiento que implica toda la relación matrimonial. Tiene el significado de unirse a…
4,1: «Ya no hay verdad ni lealtad ni conocimiento de Dios en el país». Estas palabras sirven de introducción a la segunda parte del libro, una serie de pleitos y reclamos de Dios para el pueblo. En esta introducción (4,1-3) se mencionan tres carencias y siete acciones. Aquí «…ni conocimiento de Dios» (carencia de,) es un acto responsable de reconocimiento y aceptación que incluye el trato personal. En Oseas no aparece la categoría «temor de Dios» que queda sustituida por el «conocimiento», en este caso, implica el conocimiento y cumplimiento de sus mandamientos.
4,6: «Perecerá tu patria, perecerá mi pueblo por falta de conocimiento. Porque tú has rechazado el conocimiento yo te rechazaré de mi sacerdocio». Este oráculo está dirigido contra los sacerdotes, primeros responsables del pueblo. Su principal falta es el desconocimiento de Dios, por eso el Señor rechazará aceptarlos como sacerdotes de su propiedad, puesto que debería ser el mediador del conocimiento de Dios y no funcionario del culto. Es un desconocimiento mutuo, un rechazo a la relación.
5,3-4: «Yo conozco a Efraín, Israel no me es desconocido… llevan dentro un espíritu de fornicación y no conocen al Señor». Estos versículos son centrales en este nuevo oráculo contra el culto (y podríamos decir que en todo el libro). Al espíritu de fornicación corresponde de manera negativa el «conocimiento de Dios». Al presentar estas dos actitudes juntas, el sentido de «conocer» es el mismo de 2,22, relación esponsal. El Señor sí conoce al pueblo, porque él se ha mantenido fiel.
6, 3: «Esforcémonos por conocer al Señor». En estas palabras, parece que hay un deseo sincero de conversión por parte del pueblo, pero el profeta ve que esta conversión es interesada, falsa. El «volvamos» de 6,1 suena a conveniencia. En 3, el esfuerzo por conocer al Señor es para manipularlo como a los ídolos. Esto lo demuestra la alusión a la seguridad de encontrarlo sin operar un cambio profundo en la conciencia. El conocimiento del que se habla aquí queda en un nivel epistemológico.
6,6: «Porque quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos». Hemos llegado quizá a la expresión mayor del «conocimiento de Dios». Dios es el que conoce, conoce lo que se vive realmente en el corazón del hombre y del pueblo. Él quiere que la conversión sea verdadera y que surja del interior, de una disposición para una relación íntima con él, sin cálculos ni ritualismos vacíos. La invitación-exigencia de Dios para entrar en su conocimiento está relacionada con el amor-misericordia. Es una relación como la de 2,22, a la fidelidad y la disposición interior del hombre con Dios, el encuentro en la relación íntima y permanente en fidelidad. La misericordia que nace del conocimiento de Dios es la que Jesús pedirá (Mt. 9,13).
8,1: «Me gritan: te conocemos, Dios de Israel». Nuevamente este es un grito no sincero, sino funcional. Este oráculo, dirigido contra los gobernantes denuncia la confianza en los poderes humanos, antes que en el Dios de Israel, Por eso el Señor, deja que el pueblo sufra las consecuencias del rechazo del bien (3) y del verdadero conocimiento. Dios no rechaza al pueblo, es el pueblo el que tiene su confianza en reyes y príncipes, en ídolos de plata y oro (4).
13,4-5: «Pero yo soy el Señor, Dios tuyo desde Egipto, no conocías otro dios más que a mí, ningún salvador fuera de mí. Yo te conocí en el desierto, en tierra abrasadora». El profeta recuerda la Alianza como el fundamento de toda relación del Señor con su pueblo. Es el Señor quien conoció y eligió al pueblo. La iniciativa es de Dios que lo llamó en Egipto y se hizo conocer en el desierto (vid. 2,16). Israel conoció a Dios como único Señor. Será fundamental para el pueblo regresar al desierto para re-conocer al Señor. Este conocimiento se convertirá en el fundamento de toda conducta posterior. Si se va al desierto a conocer al señor, la relación con Dios será radical, íntima, profunda. Es la última vez que aparece esta expresión en el libro, y es un llamado a vivir nuevamente la relación de conocimiento mutuo con Dios, regresar a la fidelidad. En este sentido, podemos decir que cierra el gran drama iniciado en 2,22, prevaleciendo el conocimiento-fidelidad-misericordia de Dios.



Algunas implicaciones para la vida cristiana

El libro del profeta Oseas es el libro del amor de Dios, creo que en ningún otro libro veterotestamentario se expresa con mayor apasionamiento el amor de Dios por su pueblo. Es significativo que no aparezca la expresión «temor de Dios» sino que haya sido sustituida por la de «conocimiento de Dios». Esto implica una relación a un nivel más existencial, que abarca toda la existencia. Que radica en lo profundo del hombre, y en lo profundo, en la intimidad de Dios.
Conocimiento de Dios es una inspiración que brota de la intimidad del profeta y de su sensibilidad humana y religiosa. Oseas lo expresó por su doble relación con su esposa y con Dios. Una experiencia del conocimiento de Dios lleva a vivir de manera más profunda la fe. En efecto, ser cristiano no es adherirse a una ideología o a una filosofía, ni siquiera a una moral. Ser cristiano implica el encuentro con una persona viva. En este sentido, el cristiano es el que ha conocido a Cristo, muerto y resucitado.
Conocer a Dios, encontrarse con Cristo, no es el resultado de una investigación o de una búsqueda intelectual, sino de un encuentro vital que transforma toda la existencia y la reorienta hacia la relación con Dios y con todos y cada uno de los hombres, especialmente con aquellos que están más cerca del corazón del Señor, los pobres, los oprimidos, los que sufren injusticias.
Es un llamado a vivir una religión del encuentro, de la relación personal con dios y con el hombre. Es un llamado no a renunciar al culto, sino a vivir un culto que surja de la íntima relación con Dios, del conocimiento, es decir del encuentro de dos intimidades. Y de este encuentro como consecuencia natural y sobrenatural, vendrá el trabajo por la justicia y la misericordia.


Notas
1.Cristóbal Sevilla Jiménez, «La palabra de Dios en tiempos de crisis: contenido y mensaje del libro de Oseas» en Reseña Bíblica. El profeta Oseas. 57, primavera 2008, p. 8
2. Xavier Leon-Dufour, «Conocer» en Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona (s.f.), p.183
3. Idem
4. Idem
5. Idem
6. Johannes Bauer, «Conocer» en Diccionario de teología bíblica. Herder, Barcelona, 1967, p. 201
7. Sevilla Jiménez, art. cit. pp. 8-9
8. Bauer, art. cit. p. 202
9. Leon-Dufour, art. cit. p. 183
10. Sevilla Jiménez, art. cit. p. 8
11. Ignacio Carbajosa, «La caracterización de la idolatría en Oseas» en Reseña Bíblica… pp.26-28
12. Idolatría religiosa-cultual (4,9-10; 5,1-7; 6,6; 8,5), idolatría política y confianza militar en otros pueblos (5,13; 6,8), pecados de injusticia (4,6.8; 12,7; 9,9). Vid. Carlos Junco Garza, Palabras sin fronteras. San Pablo, México, 2007, pp. 197-198
13. Para esta parte seguiré el comentario de Luis A. Schökel y José Luis Sicre, Profetas, Cristiandad, Madrid, 1987, t. II, pp. 879-916