
Discurso y palabra
La palabra es un ala del silencio
Pablo Neruda
Frente a una filosofía del lenguaje que se basa en las unidades más pequeñas posibles con significado (palabras) se encuentra una filosofía –y una lingüística– que consideran la oración como la parte esencial del lenguaje. Esto es una oposición al atomismo lógico y a la filosofía analítica que pretende de alguna manera seccionar el lenguaje y la realidad a las unidades pequeñas, tanto como sea posible, de la misma manera que la física hizo con el átomo, hasta que se descubrió la física cuántica. Como decía Aristóteles «la totalidad es anterior las partes». La oración es anterior a las palabras, al menos en importancia.
Para Ernst Cassirer «la oración es el elemento genuino y originario de toda configuración lingüística»[1] . Esto es importante porque nos hace pensar en la totalidad o en la unidad cuyo significado depende de las relaciones entre sus elementos y no de los elementos separado entre sí. Para Paul Ricoeur, resulta más importante un estudio de la oración que de las palabras porque éstas dependen, a fin de cuentas, de un sistema, mientras que las oraciones pertenecen al campo de la semántica, es decir, de significación pero en relación con la totalidad[2] . Y para Humboldt «las palabras se desprenden del conjunto del discurso»[3] .
Bien, todo esto me parece importante, porque nos permite pensar en la relación existente entre el discurso y las palabras entre sí, pero también en la relación con la realidad, con el significado. Para Ricoeur «la semántica es la ciencia de la oración»[4] . Cuando decimos algo, cuando expresamos, lo hacemos con relación a algo[5] . El lenguaje es un conjunto de relaciones que se dan en diferentes niveles (fónico-fonológico, morfológico, sintáctico, lógico). Por esto es necesaria una ciencia del sentido o del significado, más que una ciencia de los signos[6] .
Creo que si nos quedamos en el nivel semiótico del lenguaje estaríamos limitando la pluralidad de relaciones que se dan en los diferentes contextos de realidad (tiempo, espacio, comunidad).
Me parece que durante mucho tiempo se ha favorecido la relación de los signos por medio de sistemas y estructuras. Se ha limitado el lenguaje a una relación lógica en la que se debería tener una semejanza con la realidad[7] . Sin embargo, me parece que este tipo de relaciones limita al lenguaje con respecto a la realidad. La realidad es mucho mayor que el sistema porque «de hecho, el sistema no existe»[8] . El sistema tiene una existencia sólo virtual, porque es el mensaje el que le dará la actualidad al sistema. Es importante pero no es lo principal. El sistema sin lenguaje es una estructura vacía y sin sentido.
La «racionalidad del sistema» (por llamarle de algún modo) reduce no sólo al lenguaje sino a la realidad y a las relaciones con la realidad a un sistema que se puede desarrollar por medio de signos. Creo que ha sido uno de los problemas que padecemos en nuestro tiempo. Me parece que hemos aprendido a vivir en esta racionalidad del sistema y nuestras relaciones se han hecho solamente a nivel de juicios.
Por medio de un conjunto de signos nos relacionamos con la realidad. En el sistema no entra nada extraño. Lo nuevo no puede caber si no se integra al sistema. Hay un conjunto de signos fijos que no pueden sufrir modificaciones sino de manera muy paulatina y esporádica. Lo que es ajeno al sistema no puede existir o se elimina o se integra como un signo más. Esta relación a nivel de sistema cerrado pasa de un plano meramente lingüístico a uno ético con consecuencias que son fáciles de identificar[9] .
Solamente tendrá algún valor lo que se pueda verificar con el sistema. Me parece que de aquí se desprende lo que considero como una praxis técnica-utilitarista, en la cual lo importante es el juicio hecho acerca de las cosas. Es una racionalidad que tiene como consecuencia una praxis. La relación como acabo de decir se realizará en el juicio hecho sobre las cosas: Esto es esto.
Es imposible hacer un juicio sin la cópula es. Pero al mismo tiempo funciona como cópula y verbo para designar «existencia», no sólo en nuestra lengua, sino en muchas otras. En el juicio se relaciona una palabra (que designa algo) con otra (que designa una característica de ese algo), y la relación no va más allá. No puede considerarse el juicio como un todo sin separar sus partes y solamente están unidas por la cópula o la «conectiva “es”»[10] . Designa el modo de ser de tal cosa, pero no dice más. La relación se limita al sistema.
En esta relación se trata de «decir algo». Denominar algunas características, que no por decirlas o por decir que son de tal cosa tienen necesariamente relación con la cosa.
Racionalidad del juicio y racionalidad de la imaginación
La lingüística desde el juicio fragmenta la relación de la totalidad del discurso como vimos arriba. Pero si retomamos el discurso, la relación se hace no sólo entre palabras o entre características de la cosa o de su modo de ser, sino se hace una relación entre todos estos elementos y ellos entre sí.
La oración se da en relación con algo, en relación con la totalidad, pero también con las partes. De la oración es fácil pasar a la semántica y así a la narración.
Dice Ricoeur que el sistema no existe, pero no existe de hecho, sino de manera virtual. Es el discurso el que actualiza el lenguaje[11] . Es decir, sin el discurso, sin la actualización de la oración, el sistema carecería de razón de existir. Este es el problema de las llamadas «lenguas muertas»: su sistema se vuelve innecesario y desaparece porque no hay actualización del lenguaje.
En este sentido, Ricoeur entiende el discurso (lo que se dice) como acontecimiento[12] . No sólo es designar, decir algo, sino «decir algo de, en, con, etc.». En la oración la relación se da entre sujeto y predicado, lo más importante es el predicado. En los juicios lo más importante es el sujeto y la cópula. En el discurso, la relación no existe sólo en la cópula sino que existen muchas posibilidades.
El sistema no desaparece, pero no es lo importante, lo que importa es la expresión: «El discurso es la contrapartida… del sistema o código. El discurso es acontecimiento en forma de lenguaje»[13] . El acontecimiento es algo vivo. La relación en el discurso es una relación vital, no solamente formal y lógica a como en el caso del juicio y de la lingüística basada en el sistema.
Y esta vitalidad se da por medio de la imaginación, según me parece. Por medio de la imaginación se suspende la racionalidad del juicio (por tanto, la praxis técnico-científica) y «aparece nuestra pertenencia profunda al mundo de la vida, se manifiesta el vínculo ontológico de nuestro ser con los otros seres y con el ser»[14] . Como dije antes hay una relación vital, no solamente de descripción, sino de vínculo. De la imaginación surge la narración, «decir algo desde».
El juicio tiene una relación más o menos directa con la cosa, pero esta relación se da sólo en un sentido: en «la casa es grande» la relación de la casa con grande es directa, sin mediación más que por el copulativo «es»; lo que se dice es que el modo de ser de la casa es que es grande y no hay más. Es una relación cerrada también que aparece en el campo de la univocidad. Por el contrario por medio de la racionalidad de la imaginación se llega a la narración que es una relación directa con lo que se dice, pero esta relación es reelaborada[15] . Hay con respecto a la cosa una referencia simbólica, porque la cosa no sólo es así, no sólo se dice la manera de estar, sino una manera de estar y la manera de estar del sujeto.
Directamente de la imaginación surge la imagen. Para Octavio Paz «el sentido o significado es querer decir… puede decirse de otra manera. El sentido de la imagen es la misma imagen… La imagen se explica a sí misma»[16] .
Es lo contrario de la racionalidad del juicio. El juicio dice lo que una cosa es o el modo de ser de una cosa, pero puede explicarse porque tiene como base la palabra y la cópula. La racionalidad de la imaginación por el contrario se desarrolla en el discurso, en la narración que tiene como base no la palabra sino la palabra-imagen. Es decir, el significado del discurso se da en sí mismo.
Pero ¿si la imagen se basta a sí misma entones es un sistema cerrado? No, porque el significado está en ella pero es sujeto de interpretación. La relación no se da en manera lineal y cerrada, sino abierta y de manera como sinuosa. Porque dijimos que hay una relación vital. En la racionalidad del juicio es indispensable el sistema de relaciones. En la racionalidad de la imaginación el sistema es necesario pero la imagen (unidad básica de la narración) se basta a sí misma para explicarse.
No todas las relaciones del mundo pueden explicarse en la racionalidad del juicio porque no entendemos todas las maneras de ser de las cosas. Dice Paz: «es insuficiencia no poder explicar algo que está ahí, frente a nuestros ojos, tan real como el resto de la llamada realidad»[17] .
Narración y praxis
Todo esto puede llevarnos al planteamiento de una praxis diferente de la técnico-utilitarista. Es decir, por medio de la imaginación se sale de una racionalidad del juicio delimitada por el sistema, en la que si lo que se dice o hace no está dentro del sistema, no tiene valor. No se trata de un paso ontológico del plano del pensamiento a la existencia, sino del pensamiento a la acción. La racionalidad de la imaginación lleva en si una relación vital. A través de la imaginación el hombre configura el mundo de otra manera porque rehace la realidad, es decir, hay un nivel heurístico. «No hay acción sin imaginación»[18] .
Si la acción va precedida por una racionalidad de la imaginación el resultado será una praxis de la narración en la que la relación del hablante con la cosa es vital, de encuentro. Hay una verdadera relación y no un distanciamiento como en la praxis técnico-utilitarista.
En una praxis de la narración el significado de la acción se muestra en la acción misma, pero debe ser interpretada. Porque ese significado está «en suspenso»[19] (sic.). Pero la interpretación no es absolutamente subjetiva, porque hay una intencionalidad, una manera de estar del que narra la acción y del que la realiza.
Esta relación vital se desarrolla en el encuentro, en el diálogo. Este encuentro debe darse en planos similares de lenguaje, es decir, tanto el que actúa como el intérprete se ponen en el mismo plano lingüístico. Esto no quiere decir que deba conocer el idioma del que actúa o del que interpreta, sino su mismo lenguaje (o similar). Sólo así la interpretación forma parte de una racionalidad de la imaginación. Cuando no se asemeja el plano lingüístico, uno de los dos se pondrá sobre otro, en una racionalidad del juicio.
Borges tiene un relato[20] en el que explica, de manera literaria, aunque no por eso menos evidente, esta relación. En una parte dice el narrador «pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales pero que Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos»[21] . Los personajes participaban de mundos distintos, precisamente por combinarse las percepciones de otra manera, no por carecer de un idioma común, sino porque las referencias eran completamente distintas: con una racionalidad del juicio, tribuno romano en búsqueda de la inmortalidad, el otro, poeta inmortal que ha perdido referencia de la vida y de la muerte y del tiempo.
La racionalidad de la imaginación lleva hacia una semejanza en el plano lingüístico desde el cual puede haber diversidad de interpretaciones, pero con una referencia en la acción, en el discurso, no en el sistema.
Frente a una filosofía del lenguaje que se basa en las unidades más pequeñas posibles con significado (palabras) se encuentra una filosofía –y una lingüística– que consideran la oración como la parte esencial del lenguaje. Esto es una oposición al atomismo lógico y a la filosofía analítica que pretende de alguna manera seccionar el lenguaje y la realidad a las unidades pequeñas, tanto como sea posible, de la misma manera que la física hizo con el átomo, hasta que se descubrió la física cuántica. Como decía Aristóteles «la totalidad es anterior las partes». La oración es anterior a las palabras, al menos en importancia.
Para Ernst Cassirer «la oración es el elemento genuino y originario de toda configuración lingüística»[1] . Esto es importante porque nos hace pensar en la totalidad o en la unidad cuyo significado depende de las relaciones entre sus elementos y no de los elementos separado entre sí. Para Paul Ricoeur, resulta más importante un estudio de la oración que de las palabras porque éstas dependen, a fin de cuentas, de un sistema, mientras que las oraciones pertenecen al campo de la semántica, es decir, de significación pero en relación con la totalidad[2] . Y para Humboldt «las palabras se desprenden del conjunto del discurso»[3] .
Bien, todo esto me parece importante, porque nos permite pensar en la relación existente entre el discurso y las palabras entre sí, pero también en la relación con la realidad, con el significado. Para Ricoeur «la semántica es la ciencia de la oración»[4] . Cuando decimos algo, cuando expresamos, lo hacemos con relación a algo[5] . El lenguaje es un conjunto de relaciones que se dan en diferentes niveles (fónico-fonológico, morfológico, sintáctico, lógico). Por esto es necesaria una ciencia del sentido o del significado, más que una ciencia de los signos[6] .
Creo que si nos quedamos en el nivel semiótico del lenguaje estaríamos limitando la pluralidad de relaciones que se dan en los diferentes contextos de realidad (tiempo, espacio, comunidad).
Me parece que durante mucho tiempo se ha favorecido la relación de los signos por medio de sistemas y estructuras. Se ha limitado el lenguaje a una relación lógica en la que se debería tener una semejanza con la realidad[7] . Sin embargo, me parece que este tipo de relaciones limita al lenguaje con respecto a la realidad. La realidad es mucho mayor que el sistema porque «de hecho, el sistema no existe»[8] . El sistema tiene una existencia sólo virtual, porque es el mensaje el que le dará la actualidad al sistema. Es importante pero no es lo principal. El sistema sin lenguaje es una estructura vacía y sin sentido.
La «racionalidad del sistema» (por llamarle de algún modo) reduce no sólo al lenguaje sino a la realidad y a las relaciones con la realidad a un sistema que se puede desarrollar por medio de signos. Creo que ha sido uno de los problemas que padecemos en nuestro tiempo. Me parece que hemos aprendido a vivir en esta racionalidad del sistema y nuestras relaciones se han hecho solamente a nivel de juicios.
Por medio de un conjunto de signos nos relacionamos con la realidad. En el sistema no entra nada extraño. Lo nuevo no puede caber si no se integra al sistema. Hay un conjunto de signos fijos que no pueden sufrir modificaciones sino de manera muy paulatina y esporádica. Lo que es ajeno al sistema no puede existir o se elimina o se integra como un signo más. Esta relación a nivel de sistema cerrado pasa de un plano meramente lingüístico a uno ético con consecuencias que son fáciles de identificar[9] .
Solamente tendrá algún valor lo que se pueda verificar con el sistema. Me parece que de aquí se desprende lo que considero como una praxis técnica-utilitarista, en la cual lo importante es el juicio hecho acerca de las cosas. Es una racionalidad que tiene como consecuencia una praxis. La relación como acabo de decir se realizará en el juicio hecho sobre las cosas: Esto es esto.
Es imposible hacer un juicio sin la cópula es. Pero al mismo tiempo funciona como cópula y verbo para designar «existencia», no sólo en nuestra lengua, sino en muchas otras. En el juicio se relaciona una palabra (que designa algo) con otra (que designa una característica de ese algo), y la relación no va más allá. No puede considerarse el juicio como un todo sin separar sus partes y solamente están unidas por la cópula o la «conectiva “es”»[10] . Designa el modo de ser de tal cosa, pero no dice más. La relación se limita al sistema.
En esta relación se trata de «decir algo». Denominar algunas características, que no por decirlas o por decir que son de tal cosa tienen necesariamente relación con la cosa.
Racionalidad del juicio y racionalidad de la imaginación
La lingüística desde el juicio fragmenta la relación de la totalidad del discurso como vimos arriba. Pero si retomamos el discurso, la relación se hace no sólo entre palabras o entre características de la cosa o de su modo de ser, sino se hace una relación entre todos estos elementos y ellos entre sí.
La oración se da en relación con algo, en relación con la totalidad, pero también con las partes. De la oración es fácil pasar a la semántica y así a la narración.
Dice Ricoeur que el sistema no existe, pero no existe de hecho, sino de manera virtual. Es el discurso el que actualiza el lenguaje[11] . Es decir, sin el discurso, sin la actualización de la oración, el sistema carecería de razón de existir. Este es el problema de las llamadas «lenguas muertas»: su sistema se vuelve innecesario y desaparece porque no hay actualización del lenguaje.
En este sentido, Ricoeur entiende el discurso (lo que se dice) como acontecimiento[12] . No sólo es designar, decir algo, sino «decir algo de, en, con, etc.». En la oración la relación se da entre sujeto y predicado, lo más importante es el predicado. En los juicios lo más importante es el sujeto y la cópula. En el discurso, la relación no existe sólo en la cópula sino que existen muchas posibilidades.
El sistema no desaparece, pero no es lo importante, lo que importa es la expresión: «El discurso es la contrapartida… del sistema o código. El discurso es acontecimiento en forma de lenguaje»[13] . El acontecimiento es algo vivo. La relación en el discurso es una relación vital, no solamente formal y lógica a como en el caso del juicio y de la lingüística basada en el sistema.
Y esta vitalidad se da por medio de la imaginación, según me parece. Por medio de la imaginación se suspende la racionalidad del juicio (por tanto, la praxis técnico-científica) y «aparece nuestra pertenencia profunda al mundo de la vida, se manifiesta el vínculo ontológico de nuestro ser con los otros seres y con el ser»[14] . Como dije antes hay una relación vital, no solamente de descripción, sino de vínculo. De la imaginación surge la narración, «decir algo desde».
El juicio tiene una relación más o menos directa con la cosa, pero esta relación se da sólo en un sentido: en «la casa es grande» la relación de la casa con grande es directa, sin mediación más que por el copulativo «es»; lo que se dice es que el modo de ser de la casa es que es grande y no hay más. Es una relación cerrada también que aparece en el campo de la univocidad. Por el contrario por medio de la racionalidad de la imaginación se llega a la narración que es una relación directa con lo que se dice, pero esta relación es reelaborada[15] . Hay con respecto a la cosa una referencia simbólica, porque la cosa no sólo es así, no sólo se dice la manera de estar, sino una manera de estar y la manera de estar del sujeto.
Directamente de la imaginación surge la imagen. Para Octavio Paz «el sentido o significado es querer decir… puede decirse de otra manera. El sentido de la imagen es la misma imagen… La imagen se explica a sí misma»[16] .
Es lo contrario de la racionalidad del juicio. El juicio dice lo que una cosa es o el modo de ser de una cosa, pero puede explicarse porque tiene como base la palabra y la cópula. La racionalidad de la imaginación por el contrario se desarrolla en el discurso, en la narración que tiene como base no la palabra sino la palabra-imagen. Es decir, el significado del discurso se da en sí mismo.
Pero ¿si la imagen se basta a sí misma entones es un sistema cerrado? No, porque el significado está en ella pero es sujeto de interpretación. La relación no se da en manera lineal y cerrada, sino abierta y de manera como sinuosa. Porque dijimos que hay una relación vital. En la racionalidad del juicio es indispensable el sistema de relaciones. En la racionalidad de la imaginación el sistema es necesario pero la imagen (unidad básica de la narración) se basta a sí misma para explicarse.
No todas las relaciones del mundo pueden explicarse en la racionalidad del juicio porque no entendemos todas las maneras de ser de las cosas. Dice Paz: «es insuficiencia no poder explicar algo que está ahí, frente a nuestros ojos, tan real como el resto de la llamada realidad»[17] .
Narración y praxis
Todo esto puede llevarnos al planteamiento de una praxis diferente de la técnico-utilitarista. Es decir, por medio de la imaginación se sale de una racionalidad del juicio delimitada por el sistema, en la que si lo que se dice o hace no está dentro del sistema, no tiene valor. No se trata de un paso ontológico del plano del pensamiento a la existencia, sino del pensamiento a la acción. La racionalidad de la imaginación lleva en si una relación vital. A través de la imaginación el hombre configura el mundo de otra manera porque rehace la realidad, es decir, hay un nivel heurístico. «No hay acción sin imaginación»[18] .
Si la acción va precedida por una racionalidad de la imaginación el resultado será una praxis de la narración en la que la relación del hablante con la cosa es vital, de encuentro. Hay una verdadera relación y no un distanciamiento como en la praxis técnico-utilitarista.
En una praxis de la narración el significado de la acción se muestra en la acción misma, pero debe ser interpretada. Porque ese significado está «en suspenso»[19] (sic.). Pero la interpretación no es absolutamente subjetiva, porque hay una intencionalidad, una manera de estar del que narra la acción y del que la realiza.
Esta relación vital se desarrolla en el encuentro, en el diálogo. Este encuentro debe darse en planos similares de lenguaje, es decir, tanto el que actúa como el intérprete se ponen en el mismo plano lingüístico. Esto no quiere decir que deba conocer el idioma del que actúa o del que interpreta, sino su mismo lenguaje (o similar). Sólo así la interpretación forma parte de una racionalidad de la imaginación. Cuando no se asemeja el plano lingüístico, uno de los dos se pondrá sobre otro, en una racionalidad del juicio.
Borges tiene un relato[20] en el que explica, de manera literaria, aunque no por eso menos evidente, esta relación. En una parte dice el narrador «pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales pero que Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos»[21] . Los personajes participaban de mundos distintos, precisamente por combinarse las percepciones de otra manera, no por carecer de un idioma común, sino porque las referencias eran completamente distintas: con una racionalidad del juicio, tribuno romano en búsqueda de la inmortalidad, el otro, poeta inmortal que ha perdido referencia de la vida y de la muerte y del tiempo.
La racionalidad de la imaginación lleva hacia una semejanza en el plano lingüístico desde el cual puede haber diversidad de interpretaciones, pero con una referencia en la acción, en el discurso, no en el sistema.
1.Ernst Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas. El lenguaje. FCE, México, I, p. 290
2.Vid. Paul Ricoeur, «El lenguaje como discurso» en Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido. Siglo XXI, México, 2006, p. 21
3.Humboldt apud Cassirer, op. cit., p.291
4.Ricoeur, op. cit., p. 22
5.Esto algo puede ser un objeto material o inmaterial, concreto o abstracto, también a un suceso en el tiempo.
6.No es que no sea importante, de hecho es necesaria para comprender el significado. Sin embargo, lo más importante es lo que significan los signos. Se trata de privilegiar el contenido sobre las formas a diferencia del atomismo lógico o la filosofía analítica.
7.El problema de la verosimilitud es importante. El lenguaje no debe o no puede igualar la realidad. No es importante lo que es verdadero, sino lo que parece verdadero.
8.Ricoeur, op. cit., p. 23
9.Pienso por ejemplo en la violencia racial del siglo XX y que todavía estamos viviendo, en la violencia de género o en la marginación de sectores de la población por carencia de estudios, etc.
10.Cassirer, op. cit., p. 304
11.Ricoeur, op. cit., p. 23
12.Idem
13.Paul Ricoeur, Del Texto a la acción. Ensayos de Hermenéutica. FCE, México, II 2002, p.170
14.Ibid., p. 204
15.Ricoeur habla de iconicidad, diciendo que «un ícono recrea la realidad en un nivel más alto de realismo. Todos los símbolos tienen la misma pretensión referencial de rehacer la realidad (sic.)». Ibid., p. 205. Con respecto a lo icónico, creo que un ejemplo de ese nivel más alto de realismo puede encontrarse en la literatura latinoamericana, en su expresión de realismo mágico o como lo dijo Carpentier, de lo «real maravilloso». La realidad es reelaborada desde el ícono y la imagen hacia un nivel más alto: se pretende narrar lo que no se puede explicar.
16.Octavio Paz, «La imagen» en El arco y la lira. FCE, México, 1983, pp.109-110. En cursivas en el texto.
17.Ibid, p., 100
18.Ricoeur, Del texto a… p. 207
19.Ibid., p. 182
20.El relato trata de un tribuno romano que busca la ciudad de los inmortales, en el camino se encuentra con un troglodita al que le pone por nombre Argos, nombre de un perro en uno de los relatos homéricos. En el camino se da cuenta que no son iguales, porque resulta ser Argos un inmortal: el mismo Homero. Jorge Luis Borges, «El inmortal» en Nueva antología personal. Bruguera, Buenos Aires, 1980 pp. 144-163. Escribí unas reflexiones sobre lenguaje a partir de este relato, pero todavía no está terminado el trabajo.
21.Ibid., pp.154-155. El énfasis es mío.
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