La afirmación de
Séneca: “todas las personas… quieren vivir felizmente” no puede interpretarse
de forma unívoca, sino analógica. Es decir, El concepto de felicidad no puede
predicarse siempre de la misma forma ni de la misma forma para “todas las personas”.
Tampoco puede interpretarse de forma equívoca, de tal manera que sea imposible
encontrar un significado común los diferentes conceptos de felicidad, puesto
que su búsqueda es común a todos, mujeres y hombres.
La dificultad
para definir felicidad radica en su
fenomenología. Es un concepto que se manifiesta de formas tan concretas que es
difícil hacer generalidades. Sin embargo, podemos afirmar que la experiencia de
la búsqueda de la felicidad es común a todos los hombres y las mujeres.
Todos buscamos
un sentido a la vida. Mauricio Beuchot afirma que este sentido de la vida tiene
doble significado: por un lado, implica dirección y por otro, orientación. La
felicidad radica en éste significado. La felicidad es lo que da orientación a
la vida, lo que se busca poseer más allá de toda necesidad. Es algo que una vez
poseído no se necesita algo más.
En este sentido,
se puede entender la felicidad como algo que satisface una necesidad en el ser
humano. Algo que llena un vacío, que completa algo que falta. El concepto de
felicidad está ligado, pues, con el de plenitud.
Pero ¿cómo se plenifica a la persona?
Si la felicidad
es satisfacción de una necesidad, “tiene que ser concorde con la naturaleza humana,
no podemos engañar a éste (sic.) y
darle lo que no la va a realizar, a dar plenitud, como no podemos engañar a un
apetito natural, por ejemplo la sed, tomando arena”[i].
Esto representa otra dificultad, pues entonces ¿cómo se satisface esa
necesidad?, ¿cuál es el contenido de la felicidad?
Para Boecio la
felicidad es “el estado en el cual todos los bienes se hallan juntos”. La
felicidad por sí misma no tiene contenido sino en relación con los bienes, en
conjunto, que satisfacen las necesidades de hombres y mujeres. Santo Tomás de
Aquino señala que los bienes son graduales y que satisfacen distintas
necesidades humanas. Los bienes primarios son los bienes útiles que satisfacen las necesidades básicas (alimento, descanso,
protección, etc.); en segundo lugar, los bienes deleitables que cubren necesidades estéticas y de ocio, como comer
bien, actividades lúdicas, contemplación estética; finalmente el bien honesto, que es la satisfacción
total de todas las necesidades y que radica en la vida de acuerdo a la virtud,
es decir, a la beatitud, sinónimo de felicidad. Sólo en la posesión del bien
honesto se cumple el sentido de la humanidad. Sólo en la vida de beatitud se
satisfacen todas las necesidades.
En conclusión.
El concepto de felicidad es algo que satisface plenamente las necesidades
humanas, pero siempre viene de fuera, por tanto, difícilmente alcanzable con
una actitud pasiva ante las cosas. La felicidad es una conquista, un hecho, un happen, algo que se logra cuando se
obtiene la posesión del bien que se busca.