sábado, 22 de abril de 2017

Sobre la felicidad

La afirmación de Séneca: “todas las personas… quieren vivir felizmente” no puede interpretarse de forma unívoca, sino analógica. Es decir, El concepto de felicidad no puede predicarse siempre de la misma forma ni de la misma forma para “todas las personas”. Tampoco puede interpretarse de forma equívoca, de tal manera que sea imposible encontrar un significado común los diferentes conceptos de felicidad, puesto que su búsqueda es común a todos, mujeres y hombres.
La dificultad para definir felicidad radica en su fenomenología. Es un concepto que se manifiesta de formas tan concretas que es difícil hacer generalidades. Sin embargo, podemos afirmar que la experiencia de la búsqueda de la felicidad es común a todos los hombres y las mujeres.
Todos buscamos un sentido a la vida. Mauricio Beuchot afirma que este sentido de la vida tiene doble significado: por un lado, implica dirección y por otro, orientación. La felicidad radica en éste significado. La felicidad es lo que da orientación a la vida, lo que se busca poseer más allá de toda necesidad. Es algo que una vez poseído no se necesita algo más.
En este sentido, se puede entender la felicidad como algo que satisface una necesidad en el ser humano. Algo que llena un vacío, que completa algo que falta. El concepto de felicidad está ligado, pues, con el de plenitud. Pero ¿cómo se plenifica a la persona?

Si la felicidad es satisfacción de una necesidad, “tiene que ser concorde con la naturaleza humana, no podemos engañar a éste (sic.) y darle lo que no la va a realizar, a dar plenitud, como no podemos engañar a un apetito natural, por ejemplo la sed, tomando arena”[i]. Esto representa otra dificultad, pues entonces ¿cómo se satisface esa necesidad?, ¿cuál es el contenido de la felicidad?
Para Boecio la felicidad es “el estado en el cual todos los bienes se hallan juntos”. La felicidad por sí misma no tiene contenido sino en relación con los bienes, en conjunto, que satisfacen las necesidades de hombres y mujeres. Santo Tomás de Aquino señala que los bienes son graduales y que satisfacen distintas necesidades humanas. Los bienes primarios son los bienes útiles que satisfacen las necesidades básicas (alimento, descanso, protección, etc.); en segundo lugar, los bienes deleitables que cubren necesidades estéticas y de ocio, como comer bien, actividades lúdicas, contemplación estética; finalmente el bien honesto, que es la satisfacción total de todas las necesidades y que radica en la vida de acuerdo a la virtud, es decir, a la beatitud, sinónimo de felicidad. Sólo en la posesión del bien honesto se cumple el sentido de la humanidad. Sólo en la vida de beatitud se satisfacen todas las necesidades.
En conclusión. El concepto de felicidad es algo que satisface plenamente las necesidades humanas, pero siempre viene de fuera, por tanto, difícilmente alcanzable con una actitud pasiva ante las cosas. La felicidad es una conquista, un hecho, un happen, algo que se logra cuando se obtiene la posesión del bien que se busca.



[i]Mauricio Beuchot, “Sobre el sentido de la vida desde una perspectiva analógica”.

1 comentario:

  1. No sé porque me recordó las clases de ética y de Filosofía política. Bien.

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